martes, 23 de octubre de 2007

Neddy Merrill y Seymour Glass: la lucha de dos antihéroes


“El nadador” de John Cheever y “Un día perfecto para el pez plátano” de Jerome D. Salinger son dos relatos que nos presentan protagonistas en plena supervivencia en un mundo hostil. Se podría trazar una secreta línea de unión entre ambos relatos.

  • En primer lugar, es importante analizar la biografía de los autores. Ambos son norteamericanos. Salinger nace en 1919 y Cheever en 1912, el primero en el estado de New York, el segundo en Massachussets. Si bien sus historias de vida difieren, ambos dejan en sus textos, ya sea en los relatos como en las novelas, grandes trazos autobiográficos. El nadador se publicó en 1964, mientras que Un día perfecto en 1948. Cheever murió en 1982, mientras que Salinger vive en New Hampshire, aunque recluido del mundo y sin publicar nada desde hace más de cuarenta años.

  • En segundo lugar, veamos los factores que hacen de nuestros héroes dos anti-héroes: son personas no reconocidas por el mundo que los rodea. La sociedad que no está dispuesta a entender el motivo por el cual sufren, ya sea para compadecerse o ayudarlos en su desgracia. Hay que resaltar, sin embargo, que las cosas que delatan la inadaptación de Neddy Merrill y Seymour Glass al mundo son ontológicamente diferentes: en el primero es la caída en desgracia y la ruina, el adiós de la bonanza disfrutada alguna vez, en el otro son los efectos de la guerra en la que fue obligado a participar. Es decir que, si bien no en sus desdichas, nuestros antihéroes se asemejan en el rechazo social que padecen, básicamente porque la sociedad es la misma. Esta sociedad es una que cree que los éxitos y los fracasos de las personas son consecuencia de elecciones individuales, hechas en plena libertad. Y que, por lo tanto, son las mismas personas las que deben disfrutar/padecer los éxitos/fracasos a los que arriban.

  • Los narradores nos transmiten la idea de la tragedia subyacente en las vidas de ambos personajes. En el caso de El nadador, a través de los comentarios de los propietarios de las piscinas en las que se mete, en el de Un día perfecto, a través de la conversación telefónica entre la suegra y la flamante esposa de Seymour Glass al inicio del relato. Y, aunque el lector recolecta detalles aislados de sus biografías, como la guerra, el alcoholismo, la ruina económica, la locura, etc., no es la intención de los narradores que conozcamos la “versión completa” de los hechos, o los hechos mismos en detalle. Quieren transmitirnos, simplemente, con grandes pinceladas, su silenciosa tragedia. Pareciera que la tragedia y el sufrimiento de los protagonistas se vuelven todavía más fuertes cuanto más ocultos permanecen. El arma ideal es la sugerencia, nunca el detalle. Esta característica, inaugurada tal vez por su antecesor Ernest Hemingway, es otro de los puntos en común entre uno y otro relato.

  • Las dos historias se desarrollan a lo largo de una sola y única jornada, aunque el tiempo fluye de manera diferente en cada caso. En el caso de Un día perfecto, las elipsis son puntuales y se podría decir que el tiempo transcurre paralelo a los diálogos que se presentan. Se podría decir que no hay intenciones del narrador de “manipular” el tiempo. En el caso de El nadador, por el contrario, la narración se ve afectada por la visión del propio protagonista del paso del tiempo: del mediodía soleado, caluroso y veraniego del inicio a la noche cerrada, fría, tormentosa e invernal del final. El tiempo es utilizado aquí para expresar la caída en desgracia del antihéroe, y su toma de conciencia con la dura realidad que lo rodea.

  • Tanto Neddy Merril como Seymour Glass reciben el mundo y sus expresiones de una manera no unívoca, es decir que tienen dos registros de lecturas de lo que pasa. Ya sea inconsciente o concientemente, ambos personajes crean realidades paralelas, verdades en las cuales un bañador amarillo puede ser azul, o donde una persona en ruinas puede seguir siendo dueña de una mansión en Shaddy Hill. Más allá del componente voluntad o locura en la creación de esta realidad paralela, queda en claro que los protagonistas no saben tolerar el mundo que “ven sus ojos”, y de ahí el componente de inadaptación social de sus conductas, conducta que en el caso de Seymour, tal como vemos al final, es límite e irremediable.

  • Los dos protagonistas se encuentran fuera de sus casas: uno en Florida, de luna de miel, el otro en la casa de los Westerhazy y las otras dieciséis familias por las que realiza su procesión natatoria. El estar fuera de su casa, su espacio, su refugio, facilita su probabilidad de resultar heridos y, al mismo tiempo, debilita más su capacidad de defensa, que debería asentarse en capacidades de relacionamiento social que ambos carecen. Son aves extrañas invadiendo espacios sociales poblados por “otros”. En el caso de Neddy Merril este hecho se da de manera mucho más clara cuando, en el final del relato, llega a su casa, el refugio que ha estado buscando a lo largo del día. Sin embargo, su casa es un espacio abandonado e inhóspito, un no-lugar y, sobre todo, no-suyo, una metáfora de su propia insignificancia.

  • Ambos personajes buscan un refugio a lo largo de la historia, y ambos escogen el agua. En el caso de Seymour Glass, antes de entrar al mar se quita el albornoz, ese que tapa su tatuaje, y le muestra al mundo, un mundo que no deja de juzgarlo, su desnudez, su piel blanca y sus hombros estrechos. En ese espacio disfruta contándole la historia del pez plátano a Sybil, una historia inverosímil que sólo un niño podría creer. En el caso de Neddy Merrill, las piscinas se convierten en un espacio en donde la realidad entra en un paréntesis, un espacio al cual no llegan los comentarios hirientes –por su alta dosis de realismo– que van realizando los diferentes personajes. Cruzar las piscinas nadando es el desafío, la hazaña, que le permite a Neddy Merrill evadirse de la realidad angustiante que lo espera fuera de ellas.

Hasta aquí algunos apuntes. Espero que sean de utilidad y disparen la encendida polémica que estas historias merecen.